Entre los antiguos griegos y romanos, el amor, como tantos otros sentimientos humanos, era personificado por los dioses. La mitología clásica ha legado a la posteridad dos personajes representativos de la emoción amorosa: Afrodita y Eros, según la mitología griega, o Venus y Cupido, según la mitología romana. Estos dioses aparecen citados indistintamente como símbolos del amor tanto en textos modernos como en textos antiguos .
Los griegos siempre establecieron una clara diferencia entre la personalidad de Afrodita y la de Eros. Afrodita encarna el impulso erótico y el placer del sexo; simboliza la fuerza de la pasión, el deleite del amor, el atractivo de la belleza y el hechizo de su posesión.
Es suave y seductora por excelencia, y la acompañan las Gracias y la irresistible Persuasión. Es la diosa "amiga de las sonrisas", de las flores y de los jardines, resplandeciente con su corona y sus collares de oro, la "áurea Afrodita", que extiende su beneficio y poder sobre todas las criaturas, que las invita a emparejarse y a realizar las gratas tareas que están bajo su amparo. Sus hijos Eros, el deseo amoroso, e Hímero, el anhelo de ser amado, son los genios del impulso amoroso que reflejan los encantos de la diosa. Especialmente el primero de ellos.
Los relatos mitológicos en torno a Afrodita se fueron añadiendo uno tras otro y no forman un conjunto coherente. Quizá recordando su origen asiático, Afrodita eligió en Oriente al amante a quien, tal vez, amó con mayor ternura: Adonis (palabra de origen fenicio que significa "señor"). Afrodita, enojada porque el rey de Pafos, Cíniras, había alardeado de que su hija Esmirna era más hermosa que la misma diosa, había hecho que aquélla se enamorase de su padre y se acostara con él. Cuando Esmirna se dio cuenta de su embarazo, su padre trató de matarla, pero la diosa, compadeciéndose de ella, la convirtió en un árbol de mirra. El árbol, posteriormente se partió en dos, y de él salió el bellísimo Adonis. Afrodita colocó al niño en un cofre y se lo dio a Perséfone, la diosa del reino de los muertos, para que lo cuidara; pero esta se enamoró perdidamente de él y se negó a devolvérselo. Zeus actuó como árbitro en esta discusión (según otras versiones lo hizo la musa Calíope en nombre de Zeus), y decidió que Adonis viviera una tercera parte del año con Afrodita, otra con Perséfone y el último tercio con quien él quisiera. Adonis prefirió pasar las dos terceras partes con Afrodita. A petición de Perséfone, Ares, el celoso amante de Afrodita, disfrazado de jabalí, hirió mortalmente a Adonis.
Para las teogonías más antiguas, Eros, el dios del amor, el Cupido de los romanos, era una de las fuerzas primordiales que dominaban el mundo antes del nacimiento de los inmortales y de la aparición de los humanos. Su poder se extendía no sólo a las personas sino también a los vegetales, los minerales y los líquidos, en suma, a todo lo existente. Eros unía, mezclaba o agrupaba; poseía la atractiva virtud que incitaba a las cosas a unirse y a crear vida. Aseguraba no sólo la continuidad de las especies sino también la cohesión del cosmos. Representaba el poder del amor sobre los dioses y los hombres, como decía Hesíodo: "El más bello de los dioses inmortales, aquel que afloja los miembros y aquel que, en el corazón de todos los dioses y de todos los hombres, cautiva la mente y la voluntad más sensatas." Sócrates aportó una versión filosófica de Eros, considerado habitualmente uno de los grandes dioses. Eros era hijo de Poros (el Recurso) y Penia (la Pobreza) y un mediador entre los hombres y los dioses. Era un ser inquieto e insatisfecho, que sabía ingeniárselas utilizando su ascendencia paterna (el Recurso) para salir victorioso de la escasez y la miseria.Más tarde, bajo el influjo de los poetas, este primitivismo tendió a desaparecer: se le consideraba hijo de Ares (o de Hermes) y Afrodita, y se representaba acompañando a esta, o a solas, como un adolescente, muchas veces provisto de alas. El arco y las flechas, que lo simbolizan, fueron mencionados por primera vez por Eurípides y, a partir de entonces, se le confirió su carácter de niño travieso y malicioso. Su importancia se acentuó en la literatura y en el arte y, bajo este doble aspecto novelesco y filosófico, tomó forma la leyenda que asociaba el alma y el amor: Psique y Cupido. Cupido aparece representado en sarcófagos antiguos como símbolo de la vida prometida después de la muerte a los iniciados en las religiones mistéricas, y de ahí proceden los querubines con alas que aparecen en la iconografía cristiana.
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