Este árbol de gran resistencia y fuertes raíces ha sido venerado desde la antigüedad en la mayoría de las culturas paganas.
Las Melias o Melíades, engendradas por Gea al ser fertilizada por Urano, eran las ninfas de los fresnos en la mitología griega. Los griegos consagraron el fresno, símbolo de solidez, al dios de los mares, Poseidón, y de su madera construían las lanzas; de hecho según la leyenda la lanza del héroe griego Aquiles, con la que dio muerte a Héctor durante la Guerra de Troya, estaba hecha de la madera de un fresno sagrado.
En la mitología nórdica el árbol del mundo, Yggdrasill, es un fresno, en el centro del universo, cuya cobija y cuyas raíces conectan entre sí los nueve mundos existentes en la cosmología nórdica. Colgándose de este fresno cósmico, Yggdrasill, Odín realizó el sacrificio nacesario para llegar a conocer los secretos de las runas.
Sus ramas eran utilizadas por los druidas para la fabricación de varitas y lanzas, sus semillas para la adivinación, y se creía que su madera y hojas poseían diferentes propiedades mágicas asociadas a la protección y la buena fortuna. El fresno, para los celtas, era el máximo representante del ciclo vital de la naturaleza pues es el primero en anunciar el otoño en sus hojas, que se tornan amarillas y doradas y en celebrar la llegada de la primavera, cubriéndose de brotes tempranos. Según el folclore popular, se cuenta que los palos de las escobas de las brujas estaban hechos de madera de fresno.
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